Hoy hice el amor de una manera distinta, de un manera en que entregas el alma sin darte cuenta, en donde tu corazón se apodera de tu mente, en donde nada se piensa, en donde todo se siente.
Iba tomar el metro en la Gómez cuando descubrí que no tenía dinero en mi tarjeta, no me quedo de otra que tomar un carrito público. Note que había pocos vehículos en la calle y solo vi uno y estaba lleno de pasajeros, exceptuando el asiento de adelante, no me quería montar, pues en ese asiento había un joven muy fuerte y alto, que ocupaba todo el asiento. El grito desde el carro.
-¡Ven! Tu cabe eres delgado.
Aquella voz masculina, pausada y sexy no me hizo pensarlo dos beses ¡me monte! Y cuando íbamos por el camino, sentí que sus piernas se pegaron a las mías ¡lo obvie! Quizás era un movimiento ingenuo y sin razón, nuevamente me topo con sus piernas. Mi corazón se acelero y mis cachetes se sonrojaron. El era mi fantasía, un hombre alto, de tez morena, cuerpo fuerte y facciones finas. Yo respondí a su coqueteo. No lo creía, coqueteaba en un carro público con un desconocido. Su cuerpo no se comparaba al mío, pues con los músculos de perfectas largas piernas se hacían dos de las mías. El casi me arropo con su cuerpo atlético y los dos hacíamos movimientos discretos y sexuales. Por un momento el deslizo sus manos por las mías y nos miramos. En ese momento solo existíamos los dos en el mundo, nadie más. Lo conocía por completo, su mirada todo me lo dijo, sus manos temblorosas me describió su historia en las mías y yo le entregue mi alama en esa mirada. Nos amos con un amor feroz, tierno y romántico, con un amor que no es de este mundo. El me pertenecía y yo a el. Hicimos el amor, sin quitarnos la ropa, sin tocar nuestros cuerpos, mas que con el contacto de su pierna con la mi y el roses manos temblorosas en mi manos abierta para el. Fuimos felices, unidos en la misma piel, alma con alma, corazón con corazón, perfecto y romántico. Tuvimos múltiples orgasmo sin ni siquiera eyacular, solo sabíamos que hacíamos el amor. El carro llego a su fin, nos miramos y sonreímos, con una sonrisa eterna y fugaz. Lo sabíamos, era momento de despedirnos, de seguir con nuestras simples vidas, pero felices de saber que alguien nos amo, aunque sea por 10 minutos, pero fue un amor eterno y puro, un amor sin maldad ni rencor, un amor que durara por siempre en nuestras memoria. Hoy al escribir este articulo, serré mis ojos y lo bese a la distancia esperando que sea feliz como yo por 10 minutos lo fui.